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Nuestro “big bang”

 Texto de Lisandro Duque Naranjo

    Difícil hacer una bitácora de lo que ha estado ocurriendo desde el 28 de abril hasta la fecha en que escribo esta nota, 14 de mayo, y mucho más hasta que se publique: el 17. Nunca este país había puesto una marca tan alta de prestancia moral frente a las humillaciones con que lo han acogotado desde la Conquista. Los misaks madrugaron cobrando deudas antiguas desde lo simbólico. Rara vez he sentido orgullo por esta nación —salvo el que les debo a gente y grupos sociales magníficos—, como el que me suscita haber alcanzado a ser testigo de lo que ha hecho la juventud durante estos 16 días últimos. Como un big bang generacional, hubo un sacudón que se deshizo de la frivolidad, el hedonismo consumista y la resignación que habían robotizado la conciencia colectiva. Colombia levanta la cara, por fin, ante sí misma y ante el mundo, deshaciéndose de la reputación insana que ha sobrellevado a causa de los imaginarios adversos que la han agobiado. Ya el planeta lo sabe y desde ahora será a otro precio. ¡Gracias, muchachas y muchachos! De Cali, de Bogotá, de Medellín, de Pereira, de Pasto, de Neiva, de Buga —y hasta de mi pueblo, Sevilla, déjenme decirlo, adonde acaba de llegar la minga de Purnio—, al igual que de casi todos los municipios, en los que a diario se han visto muchedumbres indignadas, sobradas de ánimo para asaltar el cielo con sus tambores, disfraces, danzas, tatuajes, poemas, hasta más allá de donde no alcanzan la vista ni el oído. Inevitable esta entonación épica. Hay momentos en que las sociedades se juegan su destino a cara o sello.

     Tomo aire y haré un modesto listado de situaciones ocurridas o de frases escuchadas, agarradas al vuelo de entre lo tanto que va, porque esto no acaba todavía.

    Deudores antiguos que han pagado en estas jornadas: Sebastián de Belalcázar, Gonzalo Jiménez de Quesada, Santander, Misael Pastrana (los cuatro, estatuas). Gente de bien: un Carrasquilla (¿quién se acuerda ya de su nombre?) y una Claudia Blum. Pendientes por caer: dos ministros Ruiz, Miguel Ceballos, Marta Lucía Ramírez (que ya empezó a caerse). ¿Y Duque?... no entiendo por qué algunos –Petro, entre ellos– se empeñan en que hay que salvarlo y esperar a que se quite de encima la influencia de Uribe. Cuando ni siquiera sin Uribe, Duque se puede salvar ya del asco nacional. Uribe es otra cosa: la va a meter toda hasta el final, el suyo.

     “Que vuelvan a su hábitat natural”, dijo de la minga Omar Yepes, quien aprende historia en un libro de zootecnia. “Indígenas vs. ciudadanos”, titula Caracol TV. A Ciudad Jardín, en Cali, la rebautizaron Ciudad Bacrim. Ya se quedó así per secula y nadie va a querer comprar en ese barrio. El mercado es así. Que los dueños les cobren lesión enorme a Christian Garcés y a la señora Cabal por incitarlos a boletearse. Y qué tal la agallinada que se pegaban esos vecinos matones cuando los perseguían los de la guardia indígena con sus bastones. Se asustaban ante esa cosmogonía. Aun así, emboscados y junto a la policía, han matado a 50 jóvenes colombianos. Y han violado. Un héroe: monseñor Monsalve. Un mito de esta gesta: Lucas Villa. Prenda del futuro: la capucha. Acontecimientos en desarrollo.