Texto de Lisandro Duque Naranjo
En estos días, en Noticias Caracol, decía un
presentador a propósito de un civil víctima del Esmad en una manifestación: “Le
cayó algo encima y murió”. ¿Qué sería ese “algo”? ¿Un andamio, una caja fuerte,
un suicida? Una reportera de CM&, mostrando un lugar rodeado de cintas
amarillas donde cayó muerto de un tiro un joven civil que participaba en una
marcha, dijo, señalando la mancha de sangre en la cuneta: “Aquí falleció el
joven [fulano de tal]”. Por simple gramática, esos asesinatos no tienen por
qué ser llamados “fallecimientos”, como si los hubiera tumbado un
infarto. De resto, tendría que cambiarse la redacción de la historia: Gaitán,
en efecto, “falleció” en la clínica, pero unos minutos después de haber
sido asesinado en la séptima con Jiménez. Un general de la Policía,
refiriéndose a las víctimas uniformadas en el transcurso de las
manifestaciones, dijo: “Hemos tenido 1.350 víctimas, 12 de ellas con heridas
graves”. ¿Se pueden, acaso, considerar “víctimas” a unos policías (hice la
resta y me dan 1.338, descontando los 12) a quienes luego del enfrentamiento
les quedó un raspón?
La noticia de CM& sobre el civil infiltrado
del CTI que mató a dos jóvenes (consta en videos), y al que los testigos del
crimen atraparon y lincharon a patadas, ¿puede darse con esta redacción? “El
miembro del CTI fue atacado por manifestantes y a causa de eso disparó a dos de
ellos” (¿?). Horrible lo del linchamiento, pero la cronología fue al revés. A
estas horas, en Colombia 81 muchachos tienen sendos ojos menos (dato de
Temblores, Indepaz y Uniandes). Y la senadora Paola Holguín encuentra eso
inspirador para una alusión canalla: “Dejen de llorar por un solo ojo”.
Cuando las cifras de muertos —este fin de
semana— suben a 75 (Indepaz), el mininterior habla de 20. En cuanto a los
desaparecidos (770, según Movice hasta el 9 de junio), el Gobierno se refiere
con elegancia a personas que “todavía no regresan a casa”, mientras en ríos y
parques aparecen cabezas y piernas.
El presidente de la ANDI, Bruce Mac Master,
dijo esta semana que las vacunas adquiridas por los empresarios para sus
trabajadores serán gratuitas, pero que no serán extensivas a sus familias. Es
decir, que habrá un miembro VIP en la casa, muy Pfizer, rodeado de su cónyuge e
hijos, o padres y madres, no solo expuestos al contagio de terceros, sino con
posibilidades de contagiar al recién vacunado. ¡Qué gratuidad tan inútil esa!
Sobre todo, si vamos de terceros en muertos, pisándoles los talones a India y
Brasil.
También va mal la aritmética en Providencia: de
130 casas nuevas que les prometió Duque, apenas van dos construidas. Y aun así
tuvo el descaro de ir a esa isla, de donde ahí mismo lo treparon al avión
presidencial de vuelta. Lo embutieron como a pasajero del metro de Tokio. A
tiempo, pues el próximo huracán ya está anunciado.
Este país es un relato de terror. Por ejemplo:
¿todavía no hay orden de captura contra Christian Garcés y el Rambo aquel de gimnasio
llamado Andrés Escobar? ¿Qué espera la justicia para sacar de circulación a ese
par de peligros para la sociedad? ¿Tocará esperar a que los indígenas —12 de
los cuales fueron heridos el 9 de mayo por el bloque paramilitar Ciudad Jardín—
les apliquen la pena de los fuetazos? Sería muy poco.