Álvaro Uribe Vélez (AUV) ha dicho, a propósito
del pronunciamiento de la Contraloría sobre presunta ilicitud suya en la
acumulación de baldíos —103.000 hectáreas para El Ubérrimo—: “Yo no soy testaferro, de modo que pueden
investigarme”. En estos días, Luis Carlos Vélez, director de la FM, le
preguntó al mismo senador sobre la mesada que le pagaba Odebrecht a Andrés
Felipe Arias (AFA) y el interpelado empezó a defender con largueza la honradez
de Óscar Iván Zuluaga, lo que por supuesto hizo que el entrevistador dejara
constancia de que el expresidente no había querido responder a sus
interrogantes. El CD, en promoción de la segunda instancia con retroactividad
para AFA, divulgó por redes sociales y todo tipo de micrófonos que el recién
extraditado “no se ha robado un peso”.
Independientemente del rango que en el hampa
tenga la acusación de “testaferro”,
no es este el cargo por el que la Contraloría cita a AUV. Tampoco fue la
pregunta del entrevistador de la FM sobre Óscar Iván Zuluaga, ni la Corte
Suprema de Justicia condenó a AFA a 17 años por embolsillarse dineros públicos.
Parece un trabalenguas, y en efecto lo es, deliberado, para confundir a la
galería. O debe ser que siendo tantas las causas por las que ha sido empapelado
AUV, hasta a él mismo se le enredan los motivos por los que recibe cada
citación: “yo no he violado a nadie”,
se supone que podría responder al juez que lo convoque por chuzadas
telefónicas, o “¿El Aro? ¿La Granja?
¿Usted de qué zonas francas me está hablando?”, o “¿hacker? ¿No será más bien a la operación Jaque que usted se está
refiriendo?”.
Obvio que sus caravanas de escoltas más de una
vez deben haber ido a un tribunal cuando debían estar presentes en otro. Eso,
además de Peñalosa, debe ser lo que tiene fregada la movilidad en Bogotá. Y los
pobres abogados: “que hoy toca La Picota,
para convencer a Monsalve”, cuando en realidad la misión era a Miami, a
conseguir los certificados de buena conducta expedidos por el Tuso Sierra o a
hacer lobby contra Coronell. Me imagino a Lombana diciéndole a su chofer, ya
cerca de la penitenciaría: “¡Hombre,
usted está perdido, a donde tenemos que ir es al aeropuerto!”. “Lo que pasa es que el doctor Granados me
dijo... —se defenderá el chofer— que
aquí era la movida de hoy, doctor”, escuchándole a Lombana esta respuesta
airada: “Sí, claro, ese pendejo jura que
yo me traje el pasaporte para darme una vuelta por Usme y Santa Librada”, a
lo que el conductor le dirá: “Yo sí le
pido doctor, y me perdona, que se organicen mejor entre ustedes, porque esto no
es la primera vez que ocurre”. “¿Y
fue que usted cuando me recogió no me oyó hablar con Cadena?”, contestará
Lombana, provocando esta respuesta del hombre al timón: “Con el debido respeto, mi doctor, pero es que son tantos los lugares y
los abogados que yo sinceramente ya ni los distingo: que Granados, que Cancino,
que De la Espriella, que Cadena, que Lombana... Mejor dicho...”.
Han aprendido mucho esos abogados en su
experiencia con AUV. Y aportado también. Lo de la segunda instancia con
retroactividad es ya un clásico de la jurisprudencia que le gana a lo del
cohecho de una sola persona. Y la semana pasada se propuso, por Andrés Flórez
—el de los bonos de agua—, un atenuante inédito: el soborno preventivo.
El Congreso se volvió sucursal en el centro del
restaurante León de Sanandresito. Bastantes comensales.
Por Lisandro Duque Naranjo