Me parece apenas lógico que entre dos de las
senadoras del Centro Democrático (CD), María Fernanda Cabal (MFC) y Paloma
Valencia (PV), se estén comenzando a tirar raya. Quizá desde antes ellas se
repelían, aunque se las habían ingeniado para que no se notara. Pero les ha
llegado ya la hora de destaparse: en solo un mes, cada una ha tenido una
posición contraria a la de la otra en iniciativas dentro del Congreso, la
primera vez a propósito de si debería haber una sala aparte en la Corte Suprema
para juzgar a militares implicados en conductas ilícitas (verbigracias falsos
positivos, asuntos de esos), o si lo preferible era aumentar el número de
magistrados en la corte. El hecho es que tanto MFC como PV encabezaron
propuestas enfrentadas al respecto. No sé quién ganó, o tal vez todavía no sea
tiempo de saberlo y ojalá nunca se apruebe nada de eso. La otra ocasión fue con
motivo de la elección de presidente de la Comisión Quinta del Senado. MFC votó
por el candidato Santiago Valencia, del CD, quien con ese apoyo obtuvo el
triunfo, y PV, que era candidata al mismo rango, se mostró muy molesta con su
copartidaria, pues a ella también le había prometido el voto. Después,
obviamente, se agarraron a trinazos. Ahí no hay bala perdida.
Ahora se muestran opuestas apenas por
bagatelas, pero sus discordias pueden escalar cuando estemos cerca de las
elecciones presidenciales, pues ambas son mujeres alfa y en sus contiendas —con
mayor razón si tienen similitudes de temperamento y de clase— no van a
escatimar intrigas para doblegar a la otra. De momento, MFC ha comenzado a
deslindarse de su rival, con la zancadilla arriba anotada, justo después de que
PV se le adelantó en las pretensiones de candidatura presidencial. Las otras
parlamentarias del CD, uribistas beta o de gama media —algo que nunca supo leer
la efímera candidata a la Alcaldía Ángela Garzón, que se creyó de la pesada
ganadera de este país y terminó llevando—, deben estar cruzándose apuestas con
su lenguaje de gallera. Que quizá para eso sí se juntarán entre ellas, pues
habrán notado los lectores que en el CD no es “a lo bugueño”, hombres con
hombres y mujeres con mujeres, sino que a los tipos los tienen como edecanes.
Discúlpenme las feministas este análisis sexista, pero es que me pudo. Por su
lado, obviamente, está el patriarcalismo finquero de los varones del CD, que
logra que el exabrupto en ese partido sea unisexo. Incluso hay una congresista
que no se quita un sombrero de esos para marcar reses, lo que le da al Salón
Elíptico una sazón de restaurante llanero.
Si fueran ciertos mis pálpitos sobre la
previsible competencia por la candidatura presidencial entre MFC y PV, los
signos serían peor de adversos para este país que hasta ahora, pues
asistiríamos a la eventualidad de que un par de “doñas Bárbaras”, de antiguo
linaje ambas e insaciables de más tierras y vacas que las que les dejaron,
cuatreriando en las notarías, sus tatarabuelos abigeos, se crean con esperanzas
de apelar al apoyo popular para convertir la república en un establo.
Ahí están las dos preparando sus aceros. Como
la primera en lanzarse fue PV, imaginémonos su gobierno por lo último que ha
dicho: “No hay nada de ilegal en darles subsidios a los ricos”. Y lo del muro
en el Cauca podría permitir que Popayán se convierta en lo que dicen sus
cartillas turísticas: “La Jerusalén americana”.
Por: Lisandro Duque Naranjo