Me imagino la tras escena de la entrevista que
le hizo María Isabel Rueda a Luis Carlos Sarmiento Gutiérrez, presidente del
grupo Aval, publicada en El Tiempo el 9 de septiembre de 2018.
No sabía yo de la existencia de ese primogénito
y homónimo del hombre más rico del país, pues había manejado un perfil
deliberadamente bajo en la galería de delfines nacionales. Pero fue hasta que
le tocó poner la cara y salirse de su cómodo anonimato. Un mal momento para
debutar, pero no quedaba más remedio: había que hacer acto de presencia a
nombre del grupo Sarmiento Angulo frente a las denuncias por su vinculación
como socio de Odebrecht y a los sobornos en que incurrió en Colombia la empresa
brasileña. Si el grupo Aval y El Tiempo, que son la misma cosa, hubieran sacado
un aviso aclaratorio sobre el archipiélago de empresas y de hazañas que
conforman ese entuerto (no las enumero, pues se comerían la columna completa),
aquello hubiera sido un mamotreto impotable, de modo que más bien optaron por
convertir la abstrusa explicación en una entrevista con la reportera de la
casa. Así, conversaditas, las intrigas que rondan al conglomerado resultaron
meras “conjeturas”. Y el cambio en la cúpula de Corpofinanciera de un señor
Melo, que se sentaba en la junta de Odebrecht, fue simplemente un “cambio de
aire”. Aquí no ha pasado nada. Los presos son funcionarios del Estado. A Aval
que lo esculquen.
Como en la entrevista era preciso hacer gala de
filigrana empresarial, para finalmente no decir mucho, pero pareciendo haberlo
dicho todo —en dos páginas completas y en domingo—, es probable que el señor
Sarmiento haya tenido que inducir en la señora Rueda algunas preguntas fluidas
para sus respuestas ya preparadas. A fin de cuentas él es el dueño de los dos
chuzos: el Grupo Aval y El Tiempo. Posiblemente para ese publirreportaje tuvo
que darles una mano Néstor Humberto Martínez, quien para los tiempos que se
reconstruyen en la “espontánea” conversación actuaba como asesor de un reguero
de empresas de Sarmiento Angulo —aparte de que también ejerció como
superministro del gobierno Santos—, yendo y viniendo del sector público al
privado, en un tour intenso que le permitía pernoctar un rato en el Conpes
—donde contribuyó con el torcido Ocaña-Gamarra, que posteriormente significaría
la extinción política de dos exministras, mientras él salía ileso—, pasando
luego a emitir conceptos al Banco Agrario sobre préstamos a Navelena, y así,
paseándose por todos los paisajes de nuestra geografía burocrática, sin tocar
aro, hasta llegar invicto a la Fiscalía General de la Nación. Como un gato en
una mesa de noche.
No sé si le importa al señor Sarmiento lo que
se piensa aquí sobre los procedimientos de sus empresas, y no solo de su sociedad
con Odebrecht. Pero no le es indiferente lo que comentan sobre lo mismo
Bloomberg, Financial Times y The Hill, que según la señora Rueda le son muy
adversas, parece que por lobby hecho desde acá. El hecho es que a quienes le
crean esa mala atmósfera les hace sentir, por única vez en la entrevista, con
quién se están metiendo: “... nos toca contestar en general para que nuestro
mensaje lo reciba el que lo deba recibir y al que le corresponda”.
Será esperar qué pasa esta semana con el pliego
de cargos que contra el señor Sarmiento dejó de herencia el exsuperintendente.
Se trata de algo que no quedó en la entrevista.
Por | Lisandro Duque Naranjo