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Institucionalidad paranormal


Según el libro La Bruja, de Germán Castro Caycedo, la misma pitonisa que le adivinaba la suerte al presidente Turbay le leía el futuro a Pablo Escobar. En los años 80, además, hizo furor tener bruja de cabecera, y algunos intelectuales materialistas, con la misma naturalidad con que decían “mi contador”, “mi peluquero”, “mi psiquiatra”, se referían a “mi bruja” sin pudor alguno.

Hace poco, refiriéndose a una de las últimas hechiceras de esa generación, Juan Manuel Santos le contó al periodista Yamid Amat, en una entrevista de despedida, y con una sonrisa de picardía que hubiera merecido una anécdota menos sangrienta, que fue su bruja la que le recomendó no mermarle el cerco militar a Alfonso Cano en momentos en que hasta el Ejército se había dado por vencido de seguir buscándolo.

Lo de la influencia de poderes paranormales en las decisiones militares no es nueva: hace poco se reveló la infiltración que ha logrado la secta de la Cienciología, de origen gringo, entre altos mandos del Ejército y la Policía colombianos. El vínculo entre los discípulos de Xenu (“un alienígena que llegó al planeta hace 75 millones de años”) y los miembros de nuestra fuerza pública ha incluido condecoraciones y cursillos de iniciación en la galáctica doctrina a 350.000 uniformados, con la anuencia de los dos últimos ministros de la Defensa. El actual titular de esa cartera, citado a debate en el Congreso, dijo que las cartillas repartidas por los cienciólogos a los soldados “contenían principios muy recomendables”. El Hospital Militar debe tener ahora menos pacientes que después del Acuerdo de Paz, pues esa esotérica iglesia prohíbe a sus miembros consultar la ciencia médica, razón por la que se le murió un hijo a uno sus pontífices: el actor John Travolta, y a Tom Cruise se le han volado las últimas tres parejas.

Estas creencias en deidades exóticas explican episodios como el de Luis Ernesto Macías quien, a raíz de los ventarrones que afectaron la ceremonia de posesión del presidente Iván Duque, declaró que haría investigar la posible autoría de estos hechos por parte de chamanes petristas.

Hace poco, el padre Chucho, quien se graduó cum laude en exorcismos en un diplomado en Roma, le dijo a la prensa que había sido llamado a la Casa de Nariño por el presidente Iván Duque y la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez para que hiciera una limpieza de demonios santistas en ese lugar antes de que su actual huésped lo ocupara. Desde la Presidencia, el exorcista fue obligado a rectificar ese encargo, lo que obedeció con más vehemencia de la necesaria si acaso hubiera sido una mentira. Lo apretaron.

El mentalista Armando Martí, dejado en herencia por Luis Camilo Osorio a su sucesor en la Fiscalía, Mario Iguarán, le gestionó a este último una audiencia con el Dalai Lama en 2006. En el encuentro hubo sahumerios y sanación de karmas. Después, Martí estuvo a punto de convencer a Iguarán de que con esa palanca podría proyectarse internacionalmente, ya como exfiscal, “y para que no aguantara hambre”, influyendo para distensionar la crisis entre China y el Tíbet. Quién sabe en qué irá esa vuelta.

Lo que no me explico es la extrañeza por los nombramientos de Viviane Morales en la embajada de París y el de Alejandro Ordóñez en la OEA. Más bien está haciendo falta que envíen a Marco Fidel Ramírez al consulado en San Francisco.
Por | Lisandro Duque Naranjo