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Profecía sobre ayer


Escribir el sábado sobre lo que pasará el domingo, la primera vuelta de las elecciones presidenciales, para ser leído el lunes, cuando ya se sabrán los resultados, es una forma de profetizar el ayer. Voy a intentarlo.

Si Gustavo Petro, en los últimos dos meses, ha rebosado las plazas colombianas más ariscas a cuanto les suene a disentimiento, como Pereira, Armenia, Montería, Medellín, Ibagué y muchas otras en las que el No de aquel fatídico 2 de octubre obtuvo mayoría, es porque los astros vienen alineándose para que empiece a desbaratárseles la contentura a las familias que han pelechado del establecimiento. Pero es que además, si a la reinauguración de las muchedumbres a la intemperie —que no se veían hace años—, se le agrega que las tecnologías espontáneas, tipo Google, empiezan a mostrar tendencias inusitadas que convierten al candidato de la Colombia Humana en un trending topic, sobrado por encima del 60 %, dejando a los otros candidatos repartiéndose los restos del 40 %, es porque le están sonando ya las campanas a rebato a un preferido y a retiro a quienes le compiten. Quizá por eso aparezca como tan artesanal incluso ese segundo lugar que le otorgan al escogido de las encuestas, lo que no ha impedido que, de manera rústica, y como las noches son del gato, los cortesanos hayan querido instrumentar para sacarlo de la dupleta degradándolo al tercer puesto.

Tal vez a Gustavo Petro se le olvidó decir, al convocar a sus caudas a las calles después de las cuatro de la tarde de ayer, que no era sólo para vigilar el respeto a los resultados en las urnas, sino para celebrar cuando los mismos arrojaran la victoria en primera vuelta, o al menos el tránsito a la segunda. Ya hoy lunes, si el asunto fue para festejar, la aglomeración se habrá disuelto. Pero si fue para expresar en masa la sospecha, o mejor digamos la certeza, de que hubo torcidos en alguno de los vericuetos del software que se devoró los formularios E-14, la movilización no será de muy pronto acabar, porque ya no hay forma de mandar a la gente a dormir, como ocurrió con las elecciones del 19 de abril de 1970. Los tiempos cambian. Y sobrarán los testimonios gráficos de los miles de testigos, de todas las campañas que, en tiempo real, registraron esos E-14 prístinos, tal y como salieron de las mesas de votación. Las pruebas reinas de la voluntad popular.

No es nada curioso en este reino que quienes se las han visto en las urnas por la Presidencia y han motivado esta intrigante trama sean, uno de ellos, un nieto —Germán Vargas— de quien hace 48 años urdió un fraude memorable, Carlos Lleras. Otro, un hombre, Iván Duque, apoyado por quien, además de haber sido presidente también —Andrés Pastrana—, es hijo del mismo al que le regalaron la Presidencia raponeada en la noche de esa trampa del 70: Misael Pastrana. Mucha semilla maligna, y un ADN delictivo, se arrejunta en esa comparsa palaciega. Les gusta esa casona de la Séptima y les duele entregársela a un inquilino advenedizo, que es como ellos se refieren a quienes no son de su estirpe. Y hay un tercer aspirante a ella —Gustavo Petro—, exguerrillero que formó parte de la insurgencia armada del M-19, grupo fundado en respuesta al susodicho fraude. Cuarenta y ocho años después parecemos estar a las puertas de una justicia poética.

Si no logro ser profeta en mi tierra, me pregunto qué irá a pasar, después de mañana, con esa muchachada si acaso ayer le hicieron trampa.

Por | Lisandro Duque Naranjo.