Buscar este blog

Argamasa noticiosa


Cuando sea grande -o por lo menos cuando pasen estas elecciones–, me dedicaré a especular sobre las consecuencias culturales y políticas de un fenómeno que nos agobia a todos en el planeta: la simultaneidad de las noticias en cualquier continente y, sobre todo, su frecuencia y su promiscuidad temática. Antes de la existencia de las redes sociales —y eso que apenas soy usuario de Facebook y de WhatsApp, casi un indigente digital—, el mundo producía un hecho excepcional por semana, y nos parecía demasiado. En columnas de hace diez años, me quejaba del escaso tiempo que se nos concedía a los ciudadanos para procesar hechos luctuosos o repudiables, pues cuando apenas se le estaba haciendo el duelo al penúltimo, se nos venía encima el siguiente, y así, en una sucesión de calamidades para las que no daba la talla ni el ánimo ni el recuerdo. El problema ahora es que las noticias excepcionales son una cada día y medio y en ese hacinamiento de primicias no es fácil jerarquizar cuál de tantas merece seguimiento, lo que termina convirtiéndolas en un mazacote en la memoria.

Lo del lobo solitario de Toronto que a comienzos de la semana pasada mató con su camioneta a diez personas y dejó a 14 heridas ya es un hecho anodino que escasamente ocupó una columna en las primeras páginas de los diarios.

Por acá, esta semana nos aportó el trino del que sabemos sobre el “buen muerto”. La corruptela en las fuerzas armadas con los “gastos reservados” que se van al bolsillo de altos oficiales. La compra, por parte de la FAC, de trenes de aterrizaje de segunda, pura chatarra. El recado del presidente del Ecuador a los negociadores del Gobierno y del Eln, en el sentido de que mañana es tarde para que hagan su check-out en los hoteles de Quito.

Todo eso revuelto con la firma de 15.000 malagueños contra un concierto de Maluma, la venganza que no pudo concretar James contra Zidane en el partido Bayern-Real Madrid y la cadena de oración que pide Jessica Cediel por la cirugía que le van a hacer a su padre, y de cuyo éxito no debería albergar dudas, pues el cirujano, según la actriz, “será Dios”, de quien no sabía yo que trabajaba para una Eps. Esta es la argamasa con que se construye la actualidad.

Y claro, siempre alguien —una especie de retaguardia— tiene que rescatar, de por allá abajo, esas partes vivas sobre las que caen paladas de escombros noticiosos, porque de resto los asuntos recién empezados y merecedores de un cierre honorable van a fosilizarse, o a podrirse, bajo el peso de las novedades, dificultando su identificación. Como si lo ocurrido de hace 15 días para atrás fuera materia para arqueólogos forenses. Veamos: ¿el viaje que Odebrecht le pagó a Iván Duque fue para que hiciera turismo en Brasil? Y siguiendo con Duque, ¿su plagio, a un político español, de “la carta a la hija”, se va a quedar de ese tamaño? ¿Ni siquiera su hija le dijo nada?

¿Eso de la violación a una periodista, atribuida por ella misma a un tuitero famoso, sin dar su nombre, pero jugando a la adivinanza “blanco es, gallina lo pone...”, en qué paró al fin? ¿La gavilla de patio de cárcel, en pleno Congreso, contra Carlos Fernando Galán, va a morir ahí? ¿Los videos “contundentes” del fiscal contra Jesús Santrich son apenas para que los vea Rafael Nieto Loaiza? Nada más que por eso, Santrich no debiera inmolarse como un artista del hambre. ¿Sí se merecen ese par una muerte tan ilustre?

Por | Lisandro Duque Naranjo