Álvaro Uribe acaba de ser acusado por la
Contraloría General por haber comprado 103 hectáreas de baldíos no habilitados
para negociarse por particulares, y en todo caso un poco antes de que se
volviera ilegal. Esto de que lo compró “a tiempo” lo dice él, no la
Contraloría, ni el suscrito. Yo me imagino que Lombana y Granados se tuvieron
que trastear cerca de Uribe, porque qué clientazo el que se levantaron. No dan
abasto.
Muy de su estilo ha sido proceder con rapidez
y tener lista una coartada a futuro —y el último futuro fue esta semana—, por
si acaso se lo interroga por un acto que, fijo después de coronado, se
convierte en punible. Lo salva así la campana. Lo que no debiera ser si se
tomara en cuenta que, desde su alta posición, cuenta con información privilegiada
para saber dónde ponen las garzas. Cómo recuerda esa transacción, la de la
finca La Libertad, hecha por Juan Manuel López, hijo de quien dizque nos ponía
a pensar cada que hablaba, el mismo que hoy sale en un billete de los nuevos,
que yo, para no guardarlo mucho en mis bolsillos, porque me asquea, me lo gasto
de afán, o hasta lo cambio por monedas apenas lo recibo. La compra de La
Libertad, una finca aislada, se hizo calladita, antes de que el país supiera
que por allí se construiría una carretera. Esa gracia le desbarató al
“compañero jefe” su aspiración a repetir Presidencia en 1982. Algo es algo.
Ese modus operandi de Uribe le funcionó
cuando sacó adelante proyectos de ley acosando a sus parlamentarios para que
votaran “antes de que los agarren”. A sus hijos los azuzó para que compraran de
rapidez, con precio rural, tierras que su gobierno después urbanizó, lo que los
forró en plata.
Pero además obtuvo, siendo presidente,
recursos del Ministerio de Agricultura —el de Uribito, ese mismo—, para su
finca El Ubérrimo, sociedad presidida por su esposa. No en vano, según doña
Lina, el primer regalo que le hizo en la vida fue un rollo de alambre de púas.
Mucha U, como en el soneto aquel de Herrera y Reissig: “Recién la hirsuta barba
rubia apunta / Al dios Agricultura. La impoluta / Uña fecunda del amor, debuta
/ Cual una duda de nupcial pregunta”.
En esto del usufructo del poder para lucro
propio, Uribe ha sido un bravero, igual que en su ubicua vulgaridad para cuanto
ha acometido. Y si nadie le ha dicho ni mu —a excepción, por supuesto, de
nosotros los narcoterroristas castrochavistas— ha sido porque su séquito de
varias raleas ha contado con su anuencia para pelechar con mucha alegría.
Una vez estuve en casa de un amigo de
infancia, del que se rumoraba que era traqueto, y lo constaté no porque le
hubiera encontrado un alijo de algo raro, sino porque sus repisas estaban
llenas de fotos con senadores sub judice de por allá de los 90. Le pregunté si
acaso tenía fotos con Samper, y me respondió: “Sí, hermano, tengo varias. Pero
las escondí para no boletearme”.
Yo no pierdo la esperanza de que quienes
tienen selfis al lado de Uribe, más temprano que tarde las quieran borrar.
Comenzando por el del matrimonio de Lizcano, en el que el expresidente aparece
como padrino. Lo que no sé es si fue tomada antes o después de que el
presidente del Senado hiciera el negocio aquel, bastante turbio, con una bomba
de gasolina.
Por:
Lisandro Duque Naranjo