Pues
le fue mejor a Uribe con su manifestación de ayer que cuando sus parlamentarios
salieron airados a “tomarse” el palacio por la captura de Santiago Uribe.
No
fueron ningunos cuatro gatos los que marcharon en Bogotá, Medellín, Cali,
Bucaramanga y Cartagena. Sin mojarme, le hice seguimiento a la jornada a través
del canal del Centro Democrático, es decir, RCN Televisión, cuyas reporteras,
aunque muy eufóricas —deben ser de la Sergio Arboleda o de la Sabana—, no
alcanzaron a recibir la inducción necesaria para unificar el mensaje, de modo
que soltaban generalidades algo confusas, estilo “esta caudalosa marcha es
contra algunas actitudes del Gobierno”, o “contra medidas actuales”. Y de vez
en cuando aludían a impuestos, sistema de salud, los wayuus, cositas progres.
José Obdulio fue más directo: “a quienes me preguntan si la marcha de hoy es
resistencia contra las órdenes de captura que dicta nuestro enemigo, les
respondo: sí”. Con personas como él sabe uno más a qué atenerse.
Y
bueno, en las vísperas, José Félix Lafaurie sacó tamboreado a un delegado del
ministro de Agricultura de la asamblea de una filial de Fedegán. Primera vez
que se le ve tan energúmeno, cuando él acostumbra decir las cosas más
escalofriantes con una serenidad británica. Casi a la misma hora, “fuerzas
oscuras”, se les dice así porque se visten de negro, hacían una toma de la
Universidad de Córdoba —la misma donde una vez Mancuso fue presidente del
consejo superior—, y un destacamento paramilitar desembarcaba encapuchado en
las playas del Chocó, el mismo territorio en cuya capital, Quibdó, varios tipos
en moto y un desconocido, mezclado en la muchedumbre, desenfundó una pistola a
escasos metros de Piedad Córdoba, por supuesto que no para ofrecérsela en
venta, logrando que ésta, quien fue atleta, venciera su propio récord de 100
metros, sólo que en tacones. Medalla de oro que compartió con sus escoltas,
unos macancanes que no la desamparan. Ella no será una mártir.
Quien
mejor sintetizó, conectándolos, esos episodios aparentemente autónomos fue
Gustavo Petro, con un trinazo fulminante: “Atentado contra Piedad Córdoba: cuando
Uribe desata el odio, alguien aprieta el gatillo”.
La
presencia de los cabezas rapadas, con sus esvásticas y polainas llenas de
chuzos, revueltos, aunque en bloque, entre los marchantes disfrazados con
camisetas de la selección de Colombia, el coronel Vega y Óscar Iván Zuluaga,
liderando el parche uribista en Miami, completan el cuadro de esa jornada
sabatina concebida como un ensayo general para un alzamiento de la derecha, no
tanto contra la paz como contra la captura de los muchachitos “emprendedores”,
y por la soltada del apóstol de Guacharacas y de esa banda de fugitivos que
otrora fueran el sanedrín del señor de las sombras. Y el domingo, en Montería,
como mandado a hacer a su medida, el sedicioso Uribe encabezará las huestes,
atrincherado en su finca El Ubérrimo. Puro siglo XIX.
Demasiada
afinidad entre esas piezas supuestamente sueltas. “Tanta coincidencia
simultánea no es verosímil”, decía Oscar Wilde.
Y
el presidente, mientras tanto, como un Jorge Barón, rocía la noticia de que no
habrá racionamiento: “Agüita pa mi gente”.
Por|
Lisandro Duque Naranjo