Menos de extrañar es que de ese coronel
“preso”, que se pasea por centros comerciales acompañado de escoltas y sale de
vacaciones a Cartagena, sea tío un
general, también a la sombra —aunque no tras las rejas—, por crímenes de lesa humanidad, de
nombre Rito Alejo. Ni que tan aventajado sobrino, luego no solo de las acciones horrendas por
las que fue juzgado, y de haber sido pillado en flagrancia hace tres meses,
conversando con un magistrado venal que
le ayudaba a gestionar su absolución a cambio de cuantiosas dádivas en
plata, apenas ahora sea “llamado a
calificar servicios” por el actual ministro de Defensa, hijo a su vez de un
general ya retirado. No es el único
caso de esposas, hijos y sobrinos
aprovechados: dicen que el coronel Alfonso Plazas Vega, convicto por una sola desaparición —raro, cuando hubo
tantas—, durante la retoma del Palacio de Justicia, en la que él jura todavía que salvó a la
democracia, tuvo por tío al general
Miguel Vega Uribe, el mismo que siendo ministro de Defensa conminó, hace 29
años, al presidente Belisario
Betancur, para que se quedara quieto y callado mientras él
resolvía a su modo la toma de ese palacio por el M–19. “Su modo” provocó un holocausto que
rayó a perpetuidad, o al menos hasta el momento, la memoria de muchos
colombianos.
Esas son apenas evidencias parciales de cómo
se heredan e irrigan entre familiares
algunos de los privilegios del
presupuesto insaciable de 27 billones de pesos con que cuenta el
ministerio de Defensa, muchos de cuyos rubros se ejecutan sin auditoría bajo la
figura de “fondos reservados”.
Por supuesto esa endogamia no es el peor
problema de nuestras fuerzas armadas, pues
ni siquiera es representativa en una institución en la que la parentela
no es la única que se disputa favores: un exdirector americano de la DEA en
Colombia, el señor Leo Arreguin, hace también
transacciones muy jugosas con el ejército para proveerlo de
equipos. Ahí quedó en su plata ese
americano bueno combatiente contra el vicio. Hay que sospechar de gente tan
virtuosa. Arreguin, obviamente, debe
ser apenas la cabeza de turco de una mano de contratistas rapaces, de aquí y de
afuera, que engordan su caudal con las
utilidades de la guerra y les pasan su tajada a socios en los batallones.
Nuestras fuerzas armadas se crecieron
numéricamente —tiene los mismos efectivos que el Brasil, un país cinco veces mayor en
población y seis en territorio—, mientras que el modelo de conducta que
imparte a sus hombres —oficiales, suboficiales y soldados—, sigue siendo el mismo
de cuando la guerra fría, idéntico al de la escuela de Las Américas, y por
supuesto fiel a la doctrina sucia del
Bush de las torres gemelas.
“Heroísmo” y “Patria”, así, con mayúsculas, constituyen la retórica de
nuestros oficiales para los actos públicos y los micrófonos, pero fue
importante haber escuchado esas grabaciones que divulgó Semana para no
olvidarse de lo mal hablados y déspotas que son muchos de ellos en los
cuarteles o en privado.
Ojalá el escándalo de esta semana le haya
servido al presidente para convencerse, por fin, de la existencia de las tales
fuerzas oscuras sobre las que lo hicieron rectificar en la encerrona de hace
ocho días.
Por: Lisandro Duque Naranjo
Ilustración: Google.com