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Waca waca

Autor Lisandro Duque Naranjo


En el mundial de fútbol Chile 62 se utilizó como himno oficial una parodia de un rock de Elvis Presley castellanizado por un grupo local.

Desde mucho antes de ese evento, e incluso todavía, la Fifa les encarga esas canciones a músicos ajenos al país anfitrión del campeonato. Francia, por ejemplo, en el Mundial del 98, se aguantó el chirrionazo de que fuera Ricky Martin la voz cantante del emblema musical del certamen. Y estamos hablando de la tierra de Edith Piaf, Maurice Chevalier, Ives Montand, Charles Aznavour, etc. El himno de Argentina 78 lo hizo Morricone, el de “Por unos dólares más”. No tuvo ni pizca de tango, sino una partitura “épica”, muy del gusto de la dictadura militar. Los bandoneones quedaron de teloneros. En España 82 se aparecieron, por fin, con un cante jondo, que infortunadamente les quedó bastante regular. Pero la culpa no fue del idioma ni del género, sino del compositor. Además, no necesariamente todo lo autóctono es magnífico. A México 86 le abrocharon un villancico abominable. Italia 90, en cambio, se lució con una canción muy suya, universal y memorable como los raviolis, que todavía se escucha por los melómanos Youtube. USA 94, también, tuvo su Gloryland, una balada compuesta y entonada por un gringo —Daryl Hall—, que sigue siendo de culto por su acatamiento a esa herencia a la que pertenecen Bing Crosby, Frank Sinatra, Andy Russell…

Un mundial de fútbol es el evento por excelencia en el que el país sede le ofrece al planeta un muestrario de su paisaje, la fisonomía de sus pobladores, la gracia de su fauna y, por supuesto, lo singular de sus artes. La Fifa, por lo tanto, que se ocupe de lo que le corresponde —los equipos, los árbitros, los estadios, la boletería, etc.—, y no entrarle a las patadas a lo que desconoce.

En este Sudáfrica 2010, Joseph Blatter, para variar, metió mano en lo de la canción oficial, y los surafricanos, no apenas los músicos, están bravos. Lástima que en medio del barullo esté involucrada Shakira, pero la verdad es que su Waca waca es de un afro light como de Miami Beach. Además, alguna operación confusa de mercadotecnia ocurrió a última hora tras bambalinas, y una canción somalí titulada Waving Flag, no obstante haber sido lanzada hace un año como el himno oficial del evento, de repente fue sustituida por la de la barranquillera. En internet, el debate sobre ese asunto es intenso y Shakira no sale muy favorecida, pues las preferencias se inclinan por la composición africana, que en realidad tiene su ángel. Para colmo, a Waca waca le endilgan estar inspirada en una canción de Camerún que, a su vez —y lo pude comprobar en Youtube—, ya había sufrido un refrito por Las Chicas del Can, en los ochenta. El problema no es con los derechos de autor, que desde luego se habrán negociado correctamente. Sino que es como si aquí, en el caso de ser la sede del Mundial a que aspiraba Pacho Santos, tuviéramos un himno de procedencia paraguaya. Ya se verá si para el Mundial del Brasil, la patria de la Samba y el Bossa Nova, la Fifa le pide a Britney Spears que lleve a domicilio un himno hecho según la idea que esta joven tenga de lo carioca. La globalización, en asuntos de arte, confunde lo universal con lo cosmopolita y lo genuino con lo glamuroso, razón por la que termina armando unos mazacotes impotables.

Muy agresivo eso de usurparle la identidad de sus ritmos —o dejárselos de segundo plato— a una nación que sufrió el apartheid. De Sudáfrica es Myriam Makeba, muerta en 2008, creadora de ese clásico que es el Pata pata. A esta mujer el continente negro la bautizó “Mama Afrika”.

De modo que lo que me parece es muy guapa Shakira cantándole algo tan equívoco a un pueblo que se amamantó en las raíces del jazz, los blues, los spirituals, el soul, la salsa y hasta el tango. Y que aún así la aplaudió con decencia.

lisandroduque@hotmail.com