Un texto de Lisandro Duque Naranjo
Mi experiencia en
televisión me ha enseñado que responsabilizarse de un programa diario de una
hora es cosa extenuante. Mucho más si el trabajo alterno de quien lo dirige, y
por el que le pagan, es la Presidencia de la República. Supongo que quien
parece ser el mandatario nuestro, por haber vivido tantos años en EE. UU.,
tiene por íconos a Larry King o Jimmy Fallon. Pues no se le nota, y más bien sí
recuerda a esos dueños de circos varados que además de ser los maestros de
ceremonia tienen que vender las boletas en la taquilla y después recibirlas en
la portería. Obvio que para aligerar su faena, él tiene su troupe sacada de las
canteras de “la Sergio”, y cuando esta no alcanza a proveerle egresados
suficientes, acude de emergencia a la Sabana, la del Opus Dei. Pero entre ambas
alma mater no dan abasto. Aun así se las arreglan a medias para atender el
chuzo, solo que rotándose en demasía de un cargo al otro: que de consejeros de
tal cosa a ministros, que de ministros de tal cartera a ministros de tal otra,
o a la Fiscalía, o a la Procuraduría, o a tal Corte, embajada, etc. Muy pocos
para tanto puesto, razón por la cual la gestión se vuelve algo incestuosa. En
semejante agite, es explicable que cada cual tire para su lado mientras el
dueño del circo se sienta a maquillaje, revisa los libretos y corrige el
teleprónter. Es posible que tenga un Hassan a su lado que le diga: “Presi, eso
de «masacre» suena feo en televisión, y no se olvide que vamos en horario
juvenil”. “Cierto, cierto, llama a Carlos Holmes para que sugiera algo más
técnico”. Pasan unos minutos y Hassan regresa radiante: “¡Listo presi: Carlos
Holmes propone «homicidio múltiple»!”. “¡Buena esa!”, le dice el presidente.
Como ya para entonces está por iniciarse el conteo para salir al aire, Hassan
le dice: “Presi, hoy viaja usted a Samaniego. Allá la cuestión está tesa: nueve
muertos, todos jóvenes. Los medios están hablando de «ausencia de Estado». “¿Y
usted le ve problema a eso, viejo?, ¡pues se les construye uno!”, concluye el
jefe mientras el coordinador dice: “¡4, 3, 2,1... grabando!”. La televisión es
así.
Hassan es el duro para
cambiarle articulitos a la gramática: a propósito de una lista de 400
personajes públicos “perfilados” -ya eso era suficiente audacia lexicográfica,
pues en realidad se trataba de opositores sometidos a espionaje policial-,
propuso más bien referirse a ellas y ellos como “influencers monitoreados”. Y
listo el pollo. También alguien distinto a Hassan, porque no todo tiene que ser
él, había reemplazado la palabra campesino por el perendengue “emprendedor del
campo”.
La chapucería de nuestro
anchorman nos ofrece a diario, y a veces dos por día, números nuevos, que
incluso nos entretienen. ¿Qué más se hace? Hasta se pueden hacer apuestas. Las
proezas de la semana pasada, aparte de las atrás mencionadas, fueron el
doctorado de la ESAP, cuya asignatura mayor fue “el ateísmo y el progreso como
factores del atraso social”. El propio rector le sacó la mano a eso. En cuanto
a la extradición de Mancuso, de la que llevábamos años pendientes, mandó a EE.
UU. cuatro solicitudes de las que no sirvió ni una. Hasta tiquete a Roma
debieron mandarle. ¡Arrivederci, Salvatore! Y un parlamentario del CD se
inventó una carta pirata, que pretendía hacer pasar como la autorización del
Congreso para aceptar las tropas estadounidenses en nuestro territorio.
¡Pillado!