Hace 30 años dirigí varias series en RCN
Televisión. Algunas importantes, como La vorágine y María, pero también series
B, muy populares, como Laura, por favor, escrita por Fernando Gaitán. Una vez
empecé a notar que nunca más había vuelto al set Lucho Orozco, magnífico actor
que hacía el papel de abuelo en la serie. Le pregunté a Gaitán el motivo de esa
ausencia y me respondió que la empresa había ordenado suspender los abuelos en
las comedias juveniles. Por el mismo motivo salió de la serie también Ana María
Arango, actriz excelente que hacía de la abuela. Pataleé ante la empresa, pues
me parecía que la presencia de los abuelos era necesaria, y lo que recibí por
respuesta fue que “las audiencias jóvenes no soportan a los ancianos”. Y eso
que ambos actores estaban en sus 50. Ahí concluyó esa discusión, porque después
vino el apagón ese de Gaviria y el programa salió del aire. Y yo también salí
de RCN.
Cuando volvió la luz, de vez en cuando veía
dramatizados en Caracol y RCN, y me sorprendía viendo papeles de abuelos
desempeñados por actores y actrices muy jóvenes, que ni llegaban a los 40
todavía. Vi haciendo de madres de adolescentes a actrices que si acaso tenían
25 años. Cuando se juntaban esas tres generaciones, parecían hermanos. Eso
siguió así y fueron desapareciendo los actores mayores, como si el tope de la
vida fueran cuarenta años. Ahí medio los maquillaban, con algunas canas falsas,
y los ponían a hablar con voz tembleque y a toser como si fuera lo único que
pueden hacer los viejos.
Supuestamente los viejos, al menos en Colombia,
no “venden”. Eso lo radicalizó César Gaviria con su guardería de ministros. El
“kínder”, le decían a su gabinete, que ahora ya son venerables y sin puesto.
Luego, nuestros canales fueron sacando a los personajes gordos, a los de
bigote, a los que no hacían fisicoculturismo. El casting de protagonistas era
con tipos parecidos al exministro de defensa, Pinzón —¿cuál era su nombre?—,
quien además aspiró a la presidencia al igual que lo hizo en México, y ganó,
este joven... ya me acordé: Enrique Peña Nieto. También aspiraron a presidir a
Venezuela Henrique Capriles y Leopoldo López. Bastante parecidos los cuatro, y
todos trotaban a diario. Ese prototipo ha cambiado un poco, y ahora el abogado
Cadena parece gemelo de Guaidó. Copian la figura flaca y larga de Obama.
El mercado rechaza al adulto, aunque no se
hayan dejado sacar del ruedo el papa Francisco, Chomsky, Claus Roxin, el dalái
lama, Pepe Mujica, José Saramago, en su momento, y Lévi-Strauss (quien murió en
plena productividad intelectual a los 100 años). Aquí, recientemente,
demostraron su rebelión Rudy Hommes, Florence Thomas, Patricia Ariza, Elisabeth
Ungar, Jorge Alí Triana, Humberto de la Calle, Daniel Samper Pizano, etc., que
apenas frisan los 75. Para el intelecto no hay ancianidad, aunque en Colombia
la fecha de vencimiento es más corta y al actual presidente le parece digna de
encierro.
En mi caso (76), acabo de terminar una novela
literaria, tengo dos libros inéditos de cuentos y en los últimos cuatro años
estrené un largometraje de ficción, dos series documentales de diez capítulos y
dos largometrajes documentales. No alego a mi favor sabiduría por eso, solo
exijo respeto a mi condición de ciudadano. Por eso estaré en la Plaza de Las
Nieves el jueves 11 a la 1 p.m. en el plantón “Las canas al aire libre”. Que
nos encanen, entonces.
Un texto de Lisandro Duque Naranjo