Debe estar feliz el señor Mike Pompeo, exjefe
de la CIA, experto en “técnicas de interrogación mejorada”, que es como en
Estados Unidos les dicen a las torturas, por haber motivado una oleada de memes
y de trinos en cuantas redes sociales existen, pues fue a él a quien el
presidente Iván Duque le habló de lo “crucial” que había sido el papel de los
“padres fundadores” norteamericanos en nuestra independencia. Pompeo no
esperaba tanto, pero bueno, estaban en diciembre, bajo el sol de Cartagena,
nada qué hacerle. “El sol tuvo la culpa”, como decía “el extranjero” de Camus.
No se sabe qué es más divertido en el
escarmiento a Duque: si quienes han dicho que eso no es más que una astucia
suya —la de pasar por ignorante—, para desviar la atención pública respecto a
asuntos realmente graves, como si ese gazapo no lo fuera. O que Marta Lucía
Ramírez debutara como historiadora y académica, rehabilitando la memoria de
James Monroe, dueño de la doctrina “América para los americanos”, quien por no
considerar a los aborígenes americanos dignos de ese gentilicio desató su
exterminio, para poblar de blancos europeos el medio y lejano oeste (leer La
tierra llora, de Peter Cozzens). O el corre-corre en que pusieron a Francisco
Barbosa para demostrar que Bolívar no fue propiamente un Rambo decimonónico
como para arreglárselas solo, a lo que encimó esta perla: que “Bolívar hablaba
muy bien el inglés y el francés”. Pues sí, y la prueba es que estuvo en Francia
en el esplendor napoleónico —que lo decepcionó— y en el Monte Aventino, en Roma
—o sea que también le jalaba al italiano—, recaló en Jamaica, donde escribió
una carta célebre, y fue huésped de Pétion, en Haití, y obtuvo empréstitos en
Inglaterra y se entendía de toi a toi con Delacroix. Pero de él no puede
decirse que —como hicieron Pastrana y Uribe con Trump en un hotel en EE. UU.—
le hizo el viaje a Monroe para escucharle un mísero “hello”. No, hasta allá no.
A Barbosa se le tiraron el Año Nuevo poniéndolo a escarbar en Google. Como si
él le hubiera soplado la alusión a Duque para contentar a Pompeo por tantas
hectáreas de coca.
Dice Barbosa que en efecto a Colombia le hace
falta la asignatura de Historia patria, pero concluye que en todo caso el
presidente es de los que más sabe de historia de los Estados Unidos. La premisa
no encaja con la conclusión, menos aún si Duque es presidente acá. Aunque
tampoco tuvo buenos profesores allá. Porque la consigna de Monroe “América para
los americanos” se refería a una América que incluía todo el continente siempre
y cuando los americanos fueran solo ellos. Por eso se anexaron en 1848 la mitad
de México; a Cuba, Puerto Rico y Filipinas las ayudaron a independizarse de
España, en 1898, para después apropiárselas (a medias Cuba y por completo
Puerto Rico). A Panamá, en 1903, la ayudaron a zafarse de Colombia, para
quedarse con ella.
Si no le enseñaron en qué consistía “el destino
manifiesto”, esa platica se perdió. Y no fue propiamente “la Sergio” la que le
permitió llenar ese vacío. A Barbosa tampoco, porque cuando se acredita como
experto en historia no cita a “la Sergio”, sino a la Javeriana. Y a una de
París. A Barbosa le sirve “la Sergio” solo para haber sido condiscípulo del
presidente, ya para sus conocimientos habla de otras.
Aun así, no tiene por qué ser él quien saque a
Duque de sus boutades. Eso le pasa.
Por | Lisandro Duque Naranjo