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Amigos de la Casa de la Cultura


Les envió, a través de mi hermana María Teresa,  mi saludo y felicitaciones  por haber estado al frente de tan entrañable proyecto durante 40 años.

Se cuentan por miles los niños, jóvenes y adultos - hombres,  mujeres y personas de otra denominación sexual-, que por asistir a las diversas actividades que allí se han cumplido, han logrado, muchas veces sin imaginárselo, transformar sus existencias y convertirse en ciudadanos creadores y apasionados por el arte.

Aprender a tocar un instrumento musical, asumir la escritura de un poema o un cuento, tener la audacia de pintar una figura, danzar, declamar un parlamento teatral, hacer un video, son decisiones humanas a partir de las cuales quien las toma alterara por completo el rumbo de su vida. Nadie volverá a ser igual desde el momento en que descubre las potencialidades del arte, aunque sea solo como espectador.  Pero si abre su conciencia al duende de la estética, y se convierte en su agente como artista, ya no habrá fuerza humana que lo seduzca o lo subordine, pues habrá conquistado la libertad. Y no será eso que llaman el éxito, al que todo artista debe sobreponerse con humildad, ni el fracaso, si es que eso existe para un creador, el que amanece su cercanía con la felicidad o su certeza de que está inventando un mundo nuevo o rehaciendo el mismo de siempre, que definitivamente quedó mal hecho.

Mis obsesiones juveniles aquí, en mi pueblo, siempre estuvieron volcadas al sueño, a la necesidad, de que en Sevilla tuviéramos una Casa de la Cultura. De eso conversábamos mis amigos y yo en las caminadas nocturnas por estas calles.  Quizá por eso el 8 de mayo de 1798, en el velorio de mi papá,  esos amigotes del alma cuyos nombres se exaltan en la placa conmemorativa que hoy se descubre, en un lugar visible, creyeron que para consolarme de mi orfandad había que ponerle manos a la obra a esa iniciativa. Este acto es la prueba de que lo lograron, o lo logramos, para no quedarme yo por fuera de este acontecimiento. 

Muchas gracias.
Bogotá, noviembre 30 de 2018
Lisandro Duque Naranjo