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Se exporta mano de obra armada

Autor Lisandro Duque Naranjo

Escribí lo siguiente en esta columna el 22 de julio de 2001:

“El ministro de Guerra español, (que por algo se apellida Trilla), quiere que el ejército de su país esté conformado por inmigrantes. El columnista Juan Martín Seco, del periódico “El Mundo” de Madrid, criticando esta iniciativa decía: “Como en España ya no hay tanta hambre como para llenar los cuarteles, pues que presten el servicio los que ven en el ejército la única salida a su angustiosa situación laboral”. Y agregaba con rabia: “Los Mariners son negros y chicanos. En el futuro, los ejércitos de los países ricos se compondrán casi en su totalidad de descamisados del Tercer Mundo, únicos tan parias como para enrolarse”.

Nueve años después, en cumplimiento de ese pronóstico, la prensa informa del entierro en Barcelona, “con honores”, del joven colombiano John Felipe Romero, muerto en Afganistán en un ataque contra un convoy militar español. “Otro colombiano, Daniel Ospina, paisa, de 23 años, sobreviviente del atentado, aunque quedó con una pierna rota, viendo por televisión el funeral de su compañero, dijo: “Cuando me recupere volveré a Afganistán”.

Ignoro si los dos muchachos contaban ya con residencia legal o nacionalidad española. Ese no era, en todo caso, requisito obligatorio para despacharlos a librar esa guerra ajena, pues abundan los paisanos nuestros –al igual que africanos, peruanos y otros inmigrantes indocumentados- que son llevados al frente bajo la promesa de las autoridades de que al regreso se les otorgará su residencia con todas las de la ley. Un soborno criminal diseñado para sudacas y africanos, con quienes se sustituyen las plazas que debieran ocupar los señoritos de la madrastra patria.

Ojalá nuestro paisano no haya ganado el derecho a ser español cuando no era más que un cadáver. Y aunque morir por una nación, así sea la propia, no tiene nada de gracia, deseo que John Felipe Romero no haya dado su vida por una patria póstuma, por más que a sus exequias haya asistido el Príncipe de Asturias con una cara de contrito que ni mandada a hacer.

El hecho inquietante, y por el que aquí nadie se pellizca, es que este país, otrora “tierra de poetas” y luego potencia ciclística internacional –lo que se acabó ya también-, se ha convertido en uno de los grandes exportadores de mano de obra armada.

La revista SEMANA publicó el siguiente informe el 20 de agosto de 2006: “Atrapados en Bagdad 35 mercenarios colombianos que se fueron a buscar fortuna en Irak, terminaron estafados y no pueden regresar”. A éstos colombianos, mientras estaban en Bogotá, les ofrecieron sus reclutadores siete mil dólares de salario mensual. Sin embargo, cuando hicieron escala en Frankfurt, ya el contrato hablaba de cuatro mil. Luego de llegados a Irak se los bajaron a dos mil setecientos, y el día de la paga se les aparecieron con mil. Uno de los tumbados, dijo: “"Cuando estábamos haciendo el empalme con los rumanos (mercenarios) nos preguntaron que por cuánto nos habían contratado y les dijimos que por 1.000 dólares". La reacción de los rumanos fue de burla. "Nadie cuerdo en el mundo se viene a Bagdad por sólo 1.000 dólares", dijeron con ironía.

No seré yo quien se conduela de esa estafa, como tampoco del bajo precio que se les ha ofrecido, 750 dólares mensuales, a los nuevos mercenarios colombianos, contratados en la Dorada en septiembre de 2009, que parece ya arrancaron hacia Honduras a defender a los propietarios de tierras que temen revanchas de los campesinos seguidores del depuesto Presidente Zelaya. Son tantos los bandidos, que van a tener que inventarse otras guerras para conseguir chanfaina. De hecho, creo que eso es lo que están haciendo aquí.

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Jorge Enrique Botero. Imposible esperar que José Obdulio Gaviria aprenda a discrepar. Lo suyo es el señalamiento policivo y la intimidación que es a lo que tiene sometido al periodista Jorge Enrique Botero, poniendo en riesgo su vida. La respuesta de Jorge Enrique a José Obdulio, en El Tiempo, resulta entonces valiente, cuando en un país sin histerias ni gestapos constituiría simplemente un documento digno de debate. Lo digo sin que forzosamente esté de acuerdo con cuanto dice. LDN.

lisandroduque@hotmail.com