Texto de Lisandro Duque Naranjo
Vi por televisión a un policía de cierto rango,
que incluso hablaba con un tono “académico”, convocar a seguir la carrera
policial a los muchachos que no hubieran obtenido cupo en ninguna universidad.
Les ofrecían la gabela de poder continuar sus estudios dentro de la institución
para convertirse después en oficiales y suboficiales. “No importa”, dijo, “que hayan
obtenido bajo puntaje en las pruebas Saber, aquí los esperamos”, concluyó.
Obviamente, no soy de los que creen que para
ser inteligente hay que cruzar airoso los umbrales del Icfes, ni que quien
quede muy por debajo de ese puntaje esté condenado a una falta de competencia
en el mundo del conocimiento. De hecho he visto “perdedores” y “ganadores”
cuyos destinos en la vida resultaron contrarios a lo que pronosticaban esas
mediciones.
Pero de ahí a absolutizar una especie de “síganme los ignorantes” para que sean
policías, sí hay derecho a suponer que se está planteando un rasero muy ínfimo
como requisito para construir un “héroe”.
Que no difiere en nada de cómo ha sido la metodología empleada hasta el momento
y quizá desde tiempos inmemoriales.
En la profusión de cortos fílmicos de la
Policía (ver YouTube) que animan a los jóvenes a enrolarse (a los 17 años y
medio), ofrecen un mundo aventurero que es muy tentador a esa edad (atravesar
ríos en una cuerda, saltar desde helicópteros, escalar montañas, etc.) y, sobre
todo, empezar cualquier frase con la muletilla “Dios y patria”. A propósito de
esto de la religión, hace poco hubo un escándalo por la compra de 720 biblias
con recursos públicos (por $26 millones), para oficiales piadosos, supongo, que
por fortuna fue impedida mediante tutela interpuesta por un grupo de ateos. Y
en 2018 se hizo un acto solemne en Barbados —con presencia de docenas de cadetes
de la Armada de ese país, en traje de gala— en el que Ramiro Mena Bravo,
general de la Policía de Colombia, poco después retirado, condecoró con la
medalla mayor de nuestra Policía al presidente mundial de la cienciología, “por las contribuciones de esta religión a la
firma del Acuerdo de Paz en Colombia terminando una guerra civil de 50 años”.
Eso querría decir que Tom Cruise, John Travolta y Priscilla Presley inspiraron
bastante a Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo, lo que me permito dudar.
Aunque puede que por eso la implementación del Acuerdo se encuentre en estado
tan precario. Dice también esa edición de El Tiempo de 2018 que “gracias a una campaña liderada por la
cienciología, hubo la distribución en toda Colombia de millones de copias de
los libros El camino a la felicidad, La verdad de las drogas y La historia de
los derechos humanos, seguida de la gran apertura de una Iglesia Nacional de
Cienciología en Bogotá, (y que) las violaciones de derechos humanos en Colombia
bajaron un 96 %...”. Haberlo sabido. En todo caso, valdría la pena
averiguar quién aportó el dineral para distribuir en Colombia esa millonada de
basura cienciológica.