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De La Habana viene un barco...

 

Texto de Lisandro Duque Naranjo

       Al día siguiente de abandonar Trump la Casa Blanca, los del Centro Democrático se sacaron de la manga su opción B: “La URSS aún existe” y “de La Habana viene un barco cargado de armas”. Lo que no pudieron durante cuatro años la CIA y el FBI en EE. UU., probar que Rusia había intervenido subrepticiamente en la campaña de Trump, lo tiene listo ya, con todo y pruebas, María Fernanda Cabal, la teórica del Centro Democrático, quien acaba de lanzar un nuevo tratado de geopolítica que instala a Colombia en el vértice de las intrigas mundiales. El brebaje estuvo a tiempo para despegar, ya sin Trump, ¡qué pérdida!, la campaña para el 2022. Y por supuesto incluye alertas de que Rusia y Cuba nos espían, y que se debe comenzar por romper relaciones con ambas. Volvimos a la belle époque sesentera, en versión caricatura, justo cuando Rusia se volvió capitalista y Cuba se ha convertido en una potencia mundial en medicina y ciencias de la salud, aparte de que con respecto a Colombia ha sido unilateralmente pródiga en dación de becas para cursar estudios de medicina, música, cine, arte, etc., y, sobre todo, en ofrecer su hospitalidad, cuando desde acá se la han solicitado, como facilitadora de conversaciones de paz. Minucias.

     Aun así, no me suenan expresiones como “ingratitud”, “felonía” ni “perfidia” para calificar las amenazas del Gobierno de acá de romper relaciones con Cuba. Esas palabrejas son muy melodramáticas y solo adecuadas en obras de repertorio clásico. En realidad, debieran tomarse por el lado risible esas historietas de espionaje que les atribuyen a los funcionarios diplomáticos de la isla en Colombia, al igual que a los de la Embajada rusa, de la que ya expulsaron dos. Si hasta me pregunto por dónde podría comenzar un espía, de cualquier país, tratando de descubrir secretos en esta república. En qué ciencia: ¿aeronáutica?, ¿biotecnología?, ¿ingeniería?, ¿farmacéutica? En COVID, menos, porque los cubanos y los rusos ya tienen sus vacunas para repartirlas solidariamente por el mundo, mientras que aquí ni siquiera las han comprado —que, desde luego, prefieren occidentales y a precio ideológicamente correcto—, quizás a la espera de que llegue alguien que les obtenga utilidad personal en cash.

     Lo correcto sería sospechar que el señor Uribe Vélez, el capo de todas estas intrigas, quiere moverse en las grandes ligas de la derecha internacional. Él es un megalómano y bravuconear con Cuba y Rusia le da caché, pues son países fogueados en conflictos de gran formato. Colombia ahí es un aparecido con ínfulas y su expresidente en realidad remite a la imagen rústica de un arriero regado en una fonda esgrimiendo una barbera. Por lo que le dio la edad, ¡qué vaina! Bastante costumbrista la escena. Uribe obtendría, obviamente, una utilidad adicional con toda esta alharaca que está armando: que se pueda atribuir a artes de espías “comunistas” todo ese saqueo continuado que anida en las instancias de poder y del que se benefician hacendados, caballistas, pastores religiosos, paracos, militares, contratistas de almuerzos escolares, adquirientes subrepticios de baldíos, comisionistas de las nuevas vacunas, etc. En síntesis, toda esa gleba que no necesita un sabueso de la KGB para ser puesta en evidencia.