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La tal visa


Recién posesionado John Kennedy en la Presidencia de EE. UU., y para darle un aire intelectual a la Casa Blanca —que el clan Sinatra le estaba volviendo muy farandulera—, invitó a un desayuno a todos los premios Nobel norteamericanos (de física, economía, literatura, etc.), y recibió esta respuesta del escritor William Faulkner, quien vivía en el sur del país: “yo no voy tan lejos por un desayuno”.

Aquí en Colombia, hace 15 días, mientras se discutían las objeciones presidenciales en la Cámara de Representantes, el embajador Whitaker invitó a varios congresistas a un almuerzo en su casa privada para convencerlos de votar a favor de ese proyecto. Ignoro cuál fue el menú, pero como si hubieran sido hamburguesas con papas fritas, porque entre los invitados cundió una molestia con el anfitrión por estar interviniendo en asuntos que le eran vedados como diplomático. Juanita Goebertus se lo hizo saber a manteles, por principios, y no necesariamente porque la otra opción de menú haya sido esa cosa de pan y lechuga llamada “ensalada César”. Dos días después el congresista John Jairo Cárdenas reveló públicamente los temas que abordó el señor Whitaker, sobre los que les advirtió que eran secretos. Al día siguiente, el embajador tenía otros invitados, pero a desayunar: los magistrados de la Corte Constitucional. Y estos, igual que Faulkner a Kennedy, y aunque el comedor les quedaba más cerca, le cancelaron su asistencia por estar ya informados de lo enojoso del temario con los invitados anteriores.

La represalia del embajador fue anularle la visa a John Jairo Cárdenas. Y pocos días después le suspendió las visas al magistrado Eyder Patiño, de la CSJ, y a los magistrados José Antonio Lizarazo y Diana Fajardo, de la Corte Constitucional. A Patiño, por haberse negado a la extradición de un indígena, pues este ya había sido condenado por su propia comunidad. Y a los otros dos, por sus sentencias contra el uso del glifosato y por su voto adverso a las objeciones. Aunque de los tres dijo que era “por estar investigados por la Comisión de Acusaciones”, eso resultó falso y en realidad es irrelevante. Lizarazo como que fue a la embajada y “aclaró” el impase, recuperando su visa, pero renunciando después a ser ponente —como ya lo había sido en la primera fase— de la sentencia sobre las objeciones que volvieron a sus manos. A los malpensados se les podría ocurrir que la ratificación de su visa fue producto de quién sabe qué promesas al embajador. De modo que la gente va a estar muy pendiente del voto de Lizarazo.

Este país mandó tropas a Corea en 1952, en apoyo del ejército estadounidense, y aportó 196 muertos y 440 heridos. Apoyó a Inglaterra “moralmente” en su guerra contra Argentina, convirtiéndose en “el Caín de América”. A Afganistán hubiera ido en apoyo de Bush, pero este nunca le pidió eso. Además, el presidente de entonces, dijo que “por qué más bien no enviaban el ejército gringo para acá, para darle una mano en su guerra contra la ‘far’”. Santos coló a los uniformados de esta parroquia para servir a la OTAN. Iván Duque le tiene ofrecida Cúcuta a Trump como cabeza de playa para invadir a Venezuela. Y nadie brinca. Por algo los gringos saben que una visa suya no es ninguna bagatela. Saben las conciencias que se pueden comprar con tal de no ser privadas de conocer a Mickey en persona, o ir a Times Square, o aunque sea un Walmart. Debió ser por el cine.
Por | Lisandro Duque Naranjo