Este es un relato surrealista, pero es lo que
da la tierra. La semana pasada, Jaime Lombana, abogado de Uribe, recorrió
varios medios contando esta historia: una pariente “cercana” —después reconoció
que era su suegra— le había insistido que visitara a un recluso, Enrique Pardo,
enfermo de una hernia. Lombana enfatizaba tanto el cuento de la hernia, que
hasta Yamid Amat tuvo que preguntarle si es que él era médico. Pues no: lo que
quería el herniado —un condenado a 29 años en La Picota por ser autor
intelectual del secuestro y el crimen del suegro de Andrés Pastrana— era
aprovechar esa visita para hacer hablar a Lombana con Juan Guillermo Monsalve,
su vecino de celda, para que lo convenciera de que se retractara del testimonio
por el que Uribe ha sido citado a indagatoria ante la Corte Suprema. También
cumplía sus buenos oficios para ese encuentro una hermana de la suegra de
Lombana, de apellido Williamson, lo que demuestra una unión familiar óptima en
el entorno conyugal del abogado. Estaban por ayudarle, sin duda. Pero lo que
Lombana quería contar era que él se había parado en la raya y le había dicho a
Pardo: “¡Yo no hablo con ese tipo!”. Lo curioso es que el tipo realmente
tampoco quería hablar con él. Rarísimo eso.
Muy enredada esta trama para los lectores. Casi
como desentrañar la genealogía del tío del primo hermano del cuñado de la mujer
del músico. Sin embargo, descifrando esas intrigas se la pasaron los
colombianos toda la semana pasada. Y todo porque los abogados de Uribe y el
Centro Democrático completo se tomaron los medios para distraer con detalles
secundarios y suspensos de folletín el problema principal: que su jefe está
llamado a una indagatoria que lo puede dejar en la guandoca. Así de sencillo.
Sin salvar del abogado ni la suegra.
De esa dramaturgia capciosa, aunque algo
pintoresca, formó parte también la famosa carta de renuncia a su curul, “por
honor”, del sub júdice Uribe Vélez. El presidente del Senado, Ernesto Macías,
primero dijo que la estaba esperando para radicarla. Pasaron dos días y nada
que llegaba esa carta. Y decía uno: pero si Servientrega pone eso en su destino
al día siguiente... Al tercer día, Macías dijo que viajaría a Medellín por la
carta, aunque le pediría al expresidente que mejor no la escribiera. Y viajó al
cuarto día, y desde Medellín les dijo a los medios que ya la tenía en el
bolsillo, y que solo faltaba llegar al Congreso para radicarla. Alivio nacional
frente a esa carta tan rogada. Pero al quinto día, Uribe dijo que no
renunciaba, “por honor” también, lo que querrá decir que más bien él mismo
vendrá a recuperar aquí las dos, por si la primera llega. Para romperlas, se
supone, antes de que las radiquen ambas.
Y para que todo no sea esa chapucería
pintoresca, y meterle algo perverso a la historia, el abogado Lombana decidió
denunciar ante la Fiscalía a Tatiana Duplat, exdirectora del archivo
videográfico de Señal Memoria, “porque sin ser autoridad judicial” obedeció un
pedido del presidente de la CSJ para solucionar la nitidez sonora de una
grabación que aparece en el expediente Uribe. Una tinterillada de última hora
para meterle sangre joven al cuento, pues era eso lo que hacía Tatiana Duplat
todos los días en su despacho, para agencias del Estado y particulares.
Ha escalado mucho ese grupo del odio, solo que
para caer desde más alto.
Por: Lisandro Duque Naranjo